“La piedra filosofal está en todas partes porque constituye la esencia de todas las cosas” (Patrick Harpur)
“Si uno desea percibir lo invisible, que observe lo visible” (El Talmud)
“Como es arriba, es abajo; como es dentro, es afuera; como es el universo, es el alma” (Hermes Trismegisto)
La Alquimia
La palabra “alquimia” (del árabe “al-khimia” o “al-kymia”) significa “química”, pero una química profunda, de tipo espiritual, más allá de la química ordinaria que conocemos hoy, que es de tipo superficial. También parece que hace referencia a la tierra de Khem (“el país negro”, el nombre antiguo de la tierra de Egipto, el país origen de la alquimia). La alquimia era un arte oculto, escondido, reservado a ciertos iniciados, y que no debía ser comunicado al vulgo, por lo que utilizaba un lenguaje críptico, esotérico, metafórico, simbólico, solo accesible a iniciados.
Según la tradición, el fundador de la alquimia fue el dios egipcio Thot, identificado como Mercurio por los romanos, Hermes por los griegos y personificado por Hermes Trismegisto (el “tres veces grande”), el personaje mítico del esoterismo. Por este origen se le denomina también “filosofía hermética” o “arte hermético”. La alquimia no es una rama del esoterismo, es su piedra angular. A Hermes se le atribuye la Tabla Esmeralda, que contiene los principios del universalismo. La Tabla Esmeralda era la “biblia” de los alquimistas, el tratado más antiguo. Fue traducida al inglés por Newton, científico y gran aficionado a la alquimia. La alquimia se practicó desde el siglo IV a.C. hasta el surgimiento de la química en el siglo XVII. Su época de esplendor fue la Europa medieval, con Paracelso como la figura más destacada.
Hermes Trismegisto
Los alquimistas se consideraban depositarios de la ciencia por excelencia, la ciencia sagrada, pura y universal, la madre de todas las ciencias, constituida por los principios generales o universales que fundamentan a todas las demás. Estos principios explican la naturaleza, el origen y la razón de ser de todo lo que existe.
Aunque la alquimia puede aparentar ser una pseudociencia, sus aportaciones han sido muy numerosas, entre ellas:
Ha sido una protoquímica, pues la química heredó sus conceptos básicos, así como sus instrumentos (hornillo, destilador, retorta, redoma, etc.) y el descubrimientos de sustancias (fósforo, la acetona, el ácido benzoico, el sulfato sódico, la sal de antimonio, etc.).
Ha contribuido a entender el mecanismo de la conciencia como conjunción de opuestos (uno de los principios de la alquimia).
Su concepto de “materia prima” o éter ha ejercido (y sigue ejerciendo) una gran influencia en física.
Es un precedente de la moderna psicología analítica o profunda.
Es una visión universalista, una teoría de todo (incluyendo los niveles físico, psíquico y espiritual), pues ofrece un punto de vista profundo, universal y trascendental.
Objetivos de la alquimia
Los objetivos de la alquimia eran tres:
La búsqueda de la piedra filosofal (lapis philosophorum), mediante la cual todos los metales se podían transmutar en oro.
La búsqueda del elixir de la larga vida, la panacea o medicina universal, imaginada como una sustancia capaz curar todas las enfermedades, de revitalizar y evitar la corrupción de la materia.
La consecución de la “Gran Obra”, cuyo objetivo era elevar al propio alquimista a un estado superior de existencia o conciencia.
Con la Gran Obra, los alquimistas realmente perseguían el “oro filosófico”, el secreto oculto tras la diversidad de manifestaciones de la naturaleza. El oro, metal esotérico por excelencia, simboliza la perfección, la armonía, la purificación, la iluminación, la sabiduría, la inalterabilidad, la inmortalidad, el secreto más interno de la Tierra, la llave que abre todas las puertas, la vibración primordial y la riqueza espiritual. Por lo tanto, los otros dos objetivos de la alquimia eran realmente manifestaciones o aspectos del oro filosófico o trascendental, a nivel físico (el oro material) y a nivel medicinal (el elixir o medicina universal).
Los Principios Filosóficos de la Alquimia
El principio de unicidad. La materia prima
Según los alquimistas, todo el universo tiene un único origen y, en el momento de la creación, era una sola cosa. Esta cosa es la materia prima (prima materia), la “madre” de todas las cosas, de toda la creación, de todo el universo, de nosotros mismos (en nuestras dimensiones física, mental y espiritual). La materia prima es el principio de unicidad de toda la creación. La Tabla Esmeralda dice: “Todo es Uno”, “Todas las cosas proceden del Uno”, “El Todo está en Todo”.
La materia prima era para los alquimistas un “espíritu” o parte de un Espíritu Universal, un espíritu que está oculto en la naturaleza, pero que se manifiesta (literal o metafóricamente) como luz. Los alquimistas se referían a este espíritu como “luz de la naturaleza” (lumen natural). La alquimia se propone la tarea de conquistar y hacer visible ese tesoro oculto. Los metales, para convertirse en oro deben ser reducidos antes a su esencia o materia prima. En el plomo se esconde el oro.
La alquimia no distingue entre materia, psique y espíritu. Todo es un manifestación de un misma cosa profunda: el Unus Mundus. La alquimia ve a la naturaleza como una totalidad, no como partes o entidades separadas. El Unus Mundus (literalmente, “Un Mundo” o “Un solo Mundo”) es un término que se refiere a una realidad subyacente unificada a partir de la cual todo emerge, la fuente de todo.
Las propiedades de la materia prima son:
Es inmanifiesto y, por lo tanto, invisible.
Es la raíz de la materia, la esencia común, el germen y la fuente donde se generan todas las cosas. Tras la diversidad de las cosas se esconde una esencia común. “La cosa (res) de que salen las cosas es Dios invisible e inmóvil” (Liber Quartorum). La materia prima está presente en todas las cosas, y todas las cosas están presentes en ella.
Posee un gran poder porque, si todo tiene su origen en ella, permite obtener de ella cualquier cosa.
No tiene forma, pues es previa a toda manifestación. Es la raíz de todas las formas. Los alquimistas llamaban “Mar” a la materia prima, porque contiene en sí mismo todas las formas.
Se encuentra en lo profundo de la materia.
Es el punto metafísico, el punto central de la cruz, el origen (0,0), el punto neutro.
Es autónoma. No depende de nada. Es radix ipsius (raíz de sí misma).
Es el éter, el Akasha de la filosofía tradicional hindú, el elemento o unión entre espacio y materia, el espacio profundo que se manifiesta por diferenciación en materia.
Es espíritu (spiritus) o alma (pneuma). Es la manifestación sutil del espíritu en el universo. Es espíritu que se manifiesta como luz.
Posee el carácter de la ubicuidad. Esta en todas partes.
Es simple. Es decir, no es compuesto ni doble. Es como una semilla, una esencia, un poder que evoca la parábola evangélica del grano de mostaza (Mateo 13, 31-32). El grano de mostaza es una imagen simbólica de la Unidad que, paradójicamente, es lo más pequeño y simple, que es el origen de todo y a la vez está contenido en todo.
Es la quintaesencia, que está más allá de los cuatro elementos físicos fundamentales (Tierra, Agua, Aire y Fuego). Está en una dimensión más profunda y sutil.
No ha sido creada. No tiene principio ni fin. Es eterna, inmutable e indestructible.
Es la fuerza universal de la vida, la energía que anima al cuerpo y a la mente. Es el principio vital, el Prana (del hinduismo), el Chi (de la tradición china).
Es la fuerza evolutiva misteriosa que nos lleva a la perfección física y espiritual.
Los principios universales
Los alquimistas creían en la existencia de dos principios universales: Azufre y Mercurio. Estos nombres no se refieren a elementos o sustancias químicas sino a principios universales. Todas las cosas, sustancias o fenómenos, surgen por combinación de estos dos elementos en diferentes proporciones.
El Mercurio es el principio femenino y pasivo, la materia sin forma. Equivale al yin de la antigua filosofía china.
El Azufre es el principio masculino, activo, lo que proporciona la forma a la materia. Equivale al yang chino.
En el Mercurio y el Azufre están representados los cuatro elementos. El Mercurio es frío (como la Tierra) y húmeda (como el Agua). El Azufre es cálido (como el Fuego) y seco (como el Aire). Aire y Fuego son elementos superiores, que tienden hacia arriba. Tierra y Agua son elementos inferiores, que tienden hacia abajo.
Estos principios universales actúan en todos los niveles, tanto a nivel estructural (sustancias) como funcional (fenómenos).
Para Paracelso, hay un tercer elemento: la Sal, que es la propia materia prima, el espíritu vital, la quintaesencia, el mediador universal entre el Azufre y el Mercurio que permite producir toda clase de formas materiales.
El principio de correspondencia
Este principio lo expresa la Tabla Esmeralda: “Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”. Es decir, todo está regido por las mismas leyes, desde el macrocosmos hasta el microcosmos. Como todas las cosas tiene un origen común basado en principios universales, existe una relación vertical y también horizontal, una correspondencia entre las diferentes cosas creadas. Superficialmente parece que no tiene relación, pero están conectadas a nivel profundo por ser manifestaciones de las mismas leyes. Por ejemplo, los alquimistas creían que existía una correspondencia entre los metales y los planetas (hierro-Marte, plata-Luna, oro-Sol, etc.). De esta manera, a cada metal se le asignaba el símbolo del planeta correspondiente. También había correspondencia con los días de la semana, los chakras (centros energéticos) del cuerpo, las notas musicales y los colores.
Mundo interior (psique) y mundo exterior (materia), obedecen las mismas leyes, lo que significa que conociendo uno se revela el otro.
Esta filosofía coincide la idea actual de una Teoría del Todo de la física moderna. Todo está interrelacionado y, por lo tanto, todo obedece a una única ley, aunque esta única ley se pueda contemplar desde diferentes aspectos y nos parezcan leyes particulares sin relación entre sí.
La unión de los opuestos
La unión o conjunción de los opuestos es la idea central de la alquimia, pues a través de esta unión se logra la piedra filosofal. La conciencia, la autorrealización, el verdadero conocimiento, la gnosis se logra a través de la unión de los opuestos, la unión de Cielo y Tierra, de materia y psique, mundo interior y mundo exterior.
Los alquimistas, cuando realizaban sus experimentos, en virtud del principio de correspondencia, estaban sincronizando su mundo interno con el mundo externo, el mundo de los arquetipos psíquicos con los arquetipos físicos, los elementos materiales primigenios, buscando la esencia de lo interno a través de lo externo, en definitiva, el autoconocimiento.
Al producirse la unión de los contrarios, se produce el equilibrio y se intuye lo inefable, lo inexpresable, lo trascendente, el origen, centro y fuente de todas las cosas. Los pares de contrarios se equilibran, se cancelan mutuamente, y se vislumbra el Uno, el Absoluto, la conciencia total de todas las cosas, el alma o espíritu, donde no hay tiempo, ni espacio, ni materia ni ninguna manifestación. Y experimentar y hacerse partícipe del Espíritu Universal.
La conciencia es la unión de los opuestos, la conexión entre lo superficial y lo profundo.
La Gran Obra y la Piedra Filosofal
La Gran Obra (Opus Magnum)
También denominada “Gran Arte” o “Arte Regia” era el verdadero objetivo de los alquimistas. No era el oro material, sino el oro filosófico, metafórico, simbólico, trascendental y espiritual. La Gran Obra de la alquimia era una operación a la vez física, psicológica y espiritual, de transformación interna y externa. La Gran Obra era una obra del alma, la búsqueda de la perfección, la armonía, el orden, la conciencia trascendental, la esencia común y profunda de todas las cosas, la búsqueda del lenguaje perfecto de la creación.
Es un viaje interior hacia la esencia de la naturaleza y de nosotros mismos, hacia la sabiduría, a lo profundo que conecta a todas las cosas, para lograr una visión de la totalidad interconectada de lo interior y lo exterior. Es un viaje de autodescubrimiento, una conquista de la realidad y sus leyes ocultas.
Es la búsqueda de lo simple, de la res simplex, que siempre es duplex, una unidad formada por la unión de los contrarios. Esta búsqueda resulta ser, paradójicamente, de lo más complejo y laborioso.
Es la búsqueda de la esencia de la realidad, separando y aislando el nucleus (la almendra o médula, lo oculto y profundo) del cortex (la cáscara, lo superficial).
Es la búsqueda del oro espiritual: la elevación del hombre hacia lo perfecto, armonioso, puro y verdadero, hacia la purificación del alma.
Encontrar la piedra filosofal es poseer el conocimiento trascendental (gnosis), ver todo en uno (Omnia in Unum), la unidad subyacente de todas las cosas. Es descubrirse a uno mismo y descubrir el universo.
Es la comunión o sintonización con la causa primera. La Gran Obra es el proceso inverso de la creación del mundo: es remontar la corriente, andar hacia atrás, ir hacia el origen de todo, desde la materia ya creada hasta la esencia, la materia prima, el principio único engendró todas las cosas diferenciadas. Al principio solo existía la unidad suprema, indiferenciada, la materia prima de todas las cosas, que después se manifiesta por polarización binaria. La propia Gran Obra es una unión de opuestos: el principio de todo es materia prima, la unidad, y el final es la piedra filosofal, la conciencia de la unidad.
La Gran Obra surge de una cosa y vuelve nuevamente a la unidad, un circuito simbolizado por un dragón que se muerde su propia cola (el Ouroboros). El dragón se devora a sí mismo, muere, pero vuelve a surgir como lapis. Es la inversión (rotatio) de los elementos hacia la quintaesencia, hacia la materia prima. Es el ser o ente inicial que se divide en hombre y mujer (se convierte en hermafrodita) y que vuelve a unirse en la coniuntio para manifestarse por último en la figura resplandeciente del lumen novus, del lapis.
Es la regeneración, transformación y purificación de la materia bruta en materia pulida, estructurada. Es la búsqueda de la materia prima de la creación. Y, a la vez, sublimarse y refinarse en sí mismo para despertar el ojo interno y percibir intuitivamente las energías sutiles de la naturaleza.
No es un aprendizaje (con el que se obtiene conocimiento) sino un proceso evolutivo, en espiral, que parte de un germen y que se desarrolla hasta producir conocimiento trascendental, la gnosis, el contacto con el Ser, lo profundo.
La Gran Obra requiere constancia, dedicación y concentración para detectar cuales son los polos o arquetipos opuestos de la realidad e integrarlos, sintetizarlos para obtener la piedra filosofal. El premio es el crecimiento espiritual, la autorrealización.
El proceso alquímico
El proceso alquímico consta de tres etapas:
Nigredo (etapa negra o de Saturno). Es de vibración baja, el nivel más bajo de vibración. El proceso comienza con una sustancia negra, que representa o simboliza la materia bruta, el caos inicial, el desorden, la putrefacción. Corresponde al aspecto oscuro o sombrío de la psique humana, la falta de conciencia. Es la fase preparatoria, la oscuridad, lo profundo, la noche oscura del alma, la muerte simbólica, el infierno, el encuentro con lo profundo de uno mismo. A partir de este punto, hay que buscar la materia prima en la profundidad de la Tierra, la esencia oculta en el caos, lo que hace que nos sintonicemos con lo profundo, con la raíz de todo. Esta fase es absolutamente esencial para crear un nuevo orden, una nueva conciencia.
Albedo (etapa blanca o de la Luna). Es de vibración media. Esta etapa es de análisis (o autoanálisis) y consiste en introducir orden en el caos, en detectar las primeras manifestaciones de la materia prima, que son los dipolos, los polos de opuestos o complementarios (los arquetipos), los principios masculino y femenino de todas las cosas, el Azufre y el Mercurio, los arquetipos opuestos. Se desechan todos los elementos superfluos, y nos quedamos solo con lo esencial. Una vez detectados estos opuestos, hay que realizar la conjunción, integración o unión de estos opuestos. Es la boda alquímica simbolizada por el Rey y la Reina. El resultado de esta unión es el Rebis (o Res-bis, la “cosa doble”):
Es el Andrógino, la unión de Cielo y Tierra. Simboliza la unidad indisoluble de los opuestos complementarios.
Es el resultado de la primera decocción de espíritu y cuerpo, de lo masculino y femenino, de cuerpo soluble y disolvente.
Es una materia blanca, un Mercurio equilibrado con Azufre.
Representa el equilibrio y la coexistencia de las fuerzas opuestas o complementarias que operan en el Centro del ser, los dos aspectos de una sola y misma unidad, plenitud y totalidad.
Rubedo (etapa roja o del Sol). Es la última etapa. Es de alta vibración. Consiste en la cocción del Rebis para obtener la piedra filosofal, en la que se obtiene una sustancia roja, el color de la sangre y de la vida, el cuerpo del diamante, la estructura, el orden perfecto, la conciencia. La cocción representa la fusión o síntesis de todos los opuestos para lograr la conciencia de la totalidad, el encuentro entre el Yo consciente (Ego), el Yo superior, el alma, donde se logra la conciencia, la paz y la armonía.
Todos los opuestos, antes aparentemente irreconciliables entre sí, se complementan de manera armónica, y se conectan directamente con el Unus Mundus. Tal estado es inefable, indescriptible e incognoscible porque no hay dualidad, no hay conciencia diferenciadora. Es un estado unificado de la realidad interna y externa. Es el Espíritu en nosotros.
La unión es conciencia. La conciencia parcial (o conocimiento) es la percepción de la diferencia de un par de opuestos particulares (desplazando la atención de uno a otro polo), su unión, trascendencia o superación o contemplación desde un plano superior. La conciencia total o gnosis es el resultado de la síntesis total de opuestos. La síntesis de la piedra filosofal es la trascendencia de todos los opuestos y su contemplación superior. La unidad solo se puede percibir a través de la contemplación simultánea de los contrarios.
En definitiva, el proceso alquímico conduce desde la oscuridad (del caos y el desorden) a la luz del Sol metafórico de la piedra filosofal, donde todos los opuestos se han unido.
También podemos observar que las fases del proceso alquímico guardan cierta analogía con las de la Dialéctica: tesis, antítesis y síntesis.
Características de la piedra filosofal
Está en todas partes. Está a la vista de todos, pero disfrazada, oculta tras lo superficial, como algo común, esencial, subyacente. Para el que solo ve lo superficial nunca podrá penetrar en la verdad.
Se encuentra en lo profundo de las cosas. “Visita las entrañas de la Tierra y rectificando encontrarás la piedra escondida” (Basilio Valentín). La verdad es la unidad de todas las cosas que se encuentra en lo profundo.
Es una piedra que no es piedra, una materia que no es materia. Conecta la materia prima (no manifestada) con la materia normal (manifestada), conectando así lo visible con lo invisible. Es una materia intermedia entre el éter (materia prima, materia no manifestada) y la materia conocida, manifestada. Es la unión de opuestos entre lo profundo y lo superficial.
Posee el poder de transformar la materia imperfecta, bruta o irregular en materia perfecta, ordenada, pulida, estructurada. Puede transmutar los metales vulgares o innobles en oro. El oro simboliza lo eterno, lo inmortal, lo perfecto y ordenado.
Es el elixir de la vida, la fuerza vital que cura enfermedades y otorga la inmortalidad. Es la medicina universal (incluye todas las medicinas). La piedra filosofal cura porque la conciencia cura. A mayor conciencia, mayor orden, armonía y salud.
Es el “Azoth”, una palabra que combina la primera y la última letra de los alfabetos latino, griego y hebreo. Representa el comienzo, el fin y la unidad o totalidad, que contiene a todas las cosas dentro de sí mismo (el alfa-omega o A-Z), la síntesis de los opuestos.
Es hermafrodita, es la unión de Cielo y Tierra, del Sol y la Luna.
Es la unión de unión de opuestos (una unión de orden superior). Es la suprema totalidad y la síntesis universal de los opuestos.
Es un símbolo unificador de opuestos: es sólida y líquida, materia y espíritu, frío y cálido, redonda y cuadrada, veneno y bebida curativa.
Según Paracelso, es flexible (capaz de adaptar a todas las formas), frágil (se puede romper en pedazos sin perder su unidad esencial) y transparente (permite el paso de la luz).
Está entre el tiempo y el no-tiempo (la eternidad). “En el punto en el que el Cielo se encuentra con la Tierra, en el maravilloso instante en el que el tiempo intersecta con la Eternidad, allí y entonces encontrarás la piedra” (Patrick Harpur).
Es la conciencia de la unidad de todo, conocimiento trascendental, conocimiento de la totalidad y de uno mismo, gnosis, sabiduría, conciencia de la unidad esencial de todas las cosas, conciencia universal, la luz interior de la conciencia Lo que antes se veía como muchas formas distintas, ahora vemos una sola cosa. Es una nueva forma de ver el mundo, es ver lo esencial de todas las cosas, ver lo profundo y universal en todo, más allá de las apariencias, pues todo comparte una esencia común, tanto a nivel interno como externo. En lo profundo, todas las cosas son la misma cosa.
La explicación de todo viene de lo profundo, de los arquetipos, de lo universal. En lo profundo está la sabiduría, la clave que conecta todas las cosas.
La Alquimia y Jung
Jung se interesó por la alquimia cuando en 1928 conoció, a través de Richard Wilhem, un tratado de alquimia china titulado “El Secreto de la Flor de Oro” [ver Adenda], una obra budista con base taoista del siglo VIII, de carácter iniciático, que fue publicada en Occidente con la aportación de comentarios de Jung. Aquí descubrió la simbología de la alquimia y sus profundas conexiones con la psicología analítica o profunda. “Las experiencias de los alquimistas eran, en cierto sentido, mis experiencias y su mundo era mi mundo”. A partir de entonces, Jung se sumergió en el estudio profundo de la alquimia. El resultado de sus investigaciones las reflejó principalmente en tres obras:
“Psicología y Alquimia” (1944). Introdujo el simbolismo de la alquimia en la psicología analítica. Jung sostenía que los fenómenos observables del inconsciente (como los sueños) contienen elementos simbólicos que también se hallan en la simbología alquímica.
“Mysterium Coniuntionis” (1955-56). Destaca la “unidad de la realidad”, un trasfondo común a la vez físico y psíquico, pero que no es ninguna de estas dos cosas, sino un tercer elemento de naturaleza neutra y trascendental, que abarca y reune los dos ámbitos del ser, y que a lo sumo puede captarse de forma metafórica o simbólica.
Adopta el término “Unus Mundus” de los alquimistas, reconociendo el origen común de los fenómenos físicos y psíquicos. El Unus Mundus es el único mundo, un mundo primigenio con el que intentaban sintonizar los alquimistas en su Gran Búsqueda. Para Jung, el Unus Mundus es un mundo verdadero, real, eterno, de tipo platónico. Comprendió que lo físico y lo psíquico son las dos caras de una misma moneda, que lo externo y lo interno se encuentran vinculados a nivel profundo, que espíritu y materia están hermanados en una unidad que llamó “psicoidea” y que es el Unus Mundus de los alquimistas.
El concepto de Unus Mundus suministra una explicación a:
Los arquetipos, pues son las primeras manifestaciones del Unus Mundus.
El fenómeno de la sincronicidad (coincidencia significativa), pues el observador y lo observado derivan en última instancia de la misma fuente.
“Estudios Alquímicos” (1967), en donde incluye comentarios a “El Secreto de la Flor de Oro”, el análisis de los simbolismos de la alquimia y las filosofías de Paracelso y de Zósimo. Zósimo de Panópolis fue un alquimista griego (de finales del siglo III y comienzos del IV) que escribió los libros de alquimia más antiguos de los que se tiene noticia.
Jung estableció un paralelismo entre el proceso alquímico y la psicología analítica (o profunda):
La Gran Obra es un modelo arquetípico o paradigma para el concepto central de su psicología: el proceso de individuación.
“El proceso de individuación” es el nombre dado por Jung a la unión del consciente con el inconsciente, la tendencia innata de la psique humana a encontrar su Centro, su Self, en un camino progresivo de autoconocimiento. Como en el inconsciente no hay dimensión tiempo ni espacio, el proceso de individuación es inacabable. Según Jung, el acercamiento al Centro es un proceso en espiral, de unión progresiva de contrarios. El inconsciente es incognoscible, inaccesible, coincide en todas partes consigo mismo, es no-dual.
La Gran Obra de los alquimistas es pasar de la piedra “bruta”, lo inconsciente e indiferenciado, a la piedra “tallada”, la conciencia integrada, ordenada y estructurada. La Gran Obra era ante todo una búsqueda espiritual, en el que el alquimista buscaba la esencia en los elementos de la naturaleza, pero terminaba hallándolo dentro de sí mismo.
La piedra filosofal de la alquimia coincide con el Sí-mismo, el Yo profundo y trascendental. La obtención del oro de los alquimistas equivale a la transformación del hombre en el arquetipo del Sí-mismo. El oro simboliza la inmortalidad, lo eterno, lo imperecedero, la sabiduría, lo perfecto, lo armónico y lo espiritual.
El ejercicio de la alquimia se puede comparar con el método de “imaginación activa”, su método psicoterapeútico y revitalizador de símbolos.
Jung reconoció la ley alquímica de la unión de los opuestos el elemento generador de la conciencia. La unión de los opuestos produce la eliminación de las polaridades y crea conciencia. Y con la unión total de opuestos se desvanecen todas las polaridades o dualidades y se genera la piedra filosofal, el Mysterium Coniuntionis, el fundamento último de la realidad, el Unus Mundus, donde se desvanecen la frontera entre mundo exterior (físico) y mundo interior (psíquico).
La unión de los opuestos se simboliza en los mandalas. Un mandala es la expresión o manifestación de la psique profunda, es un símbolo del Sí-mismo por antonomasia, que unifica y ordena lo múltiple y que representa la totalidad (interna y externa). Ningún mandala es idéntico a otro porque representan siempre diferentes estados de conciencia, pero su estructura es siempre el intento de armonización y conjunción de círculo (que simboliza el Cielo) y cuadrado (que simboliza la Tierra). Por eso aparecen frecuentemente divididos en las cuatro partes de un cuadrado, conectadas por un círculo, simbolizando esa unión Cielo-Tierra.
MENTAL y la Analogía Alquímica
Existe un cierto paralelismo o analogía entre MENTAL y el trabajo de los antiguos alquimistas, que perseguían la piedra filosofal, capaz de transmutar lo metales innobles en oro, a la vez que transmutaba al propio operador, dándole una visión esclarecedora de la realidad última y esencial.
MENTAL, un lenguaje alquímico
MENTAL es un lenguaje alquímico por las siguientes razones:
Es el resultado de la conjunción total de los opuestos. El conjunto de opuestos es completo.
Está presente, como la piedra filosofal, en todas sus manifestaciones:
Informática: sistema operativo, web semántica, programación, marcaje, aspectos, agentes, eventos, etc.
Matemáticas: aritmética, álgebra, lógica, categorías, etc.
Inteligencia artificial.
Teoría General de Sistemas.
Filosofía: categorías filosóficas.
Psicología: arquetipos primarios, modelo de la mente, lenguaje del pensamiento, etc.
etc.
Es la Gran Obra.
El autor de este libro puede dar fe de su experiencia personal de transmutación alquímica durante el proceso de diseño del lenguaje, y cómo la aplicación del lenguaje a los diferentes dominios los clarifica y simplifica.
Armoniza.
Todo lo que nos hace sintonizarnos con la totalidad (como los mandalas) nos conduce a la armonía, al orden y a la perfección. MENTAL no cura, no es un elixir, pero conduce a un estado de conciencia donde se percibe la unidad de todas las cosas, una realidad simple, ordenada y armoniosa. Esta unidad contribuye a la salud física y psíquica, a la conciencia, resonancia o sintonía con el orden profundo.
Es el resultado de una búsqueda “hacia atrás”, hacia la raíz, hacia la esencia de las cosas, a las claves del mundo interno y externo, hacia lo simple y más fundamental de todo.
El proceso de búsqueda de MENTAL como lenguaje alquímico pasó por las fases canónicas de la alquimia:
Fase inicial de caos y confusión general.
Fase de análisis, buscando e identificando los principios universales complementarios o duales, con depuración continua de lo accesorio y accidental, hasta identificar las primitivas semánticas universales (semántica lexical).
Síntesis de todos los opuestos encontrados en el lenguaje mediante la semántica estructural, que es la misma la de las primitivas.
Adicionalmente hubo una cuarta fase:
Aplicación del lenguaje en diferentes dominios de aplicación para verificar experimentalmente su universalidad. Y se constata que todo es más sencillo, pues desde lo profundo todo se clarifica e ilumina.
Otras características:
Es autosuficiente.
Transforma lo complejo en simple.
Cada parte es igual a sí mismo. Todas tienen la misma estructura.
Es un lenguaje y no es un lenguaje. es un lenguaje porque permite expresarse a través de ejemplos o casos concretos. No es un lenguaje porque no puede expresarse a sí mismo.
Adenda
Una representación del Rebis
El dibujo del Viridium Chymicum o “El Jardín del Placer de la Química”, de Michael Maier y Daniel Mylius (placa de cobre del siglo XVII), ilustra perfectamente el Rebis y su simbolismo:
El Rebis (Viridium Chymicum)
Tiene forma de huevo, que evoca al huevo cósmico. El huevo cósmico (o huevo del mundo) es un tema mitológico utilizado por muchas culturas y civilizaciones que simboliza el comienzo, lo primigenio, lo primordial, la fuente o el origen de la vida y del universo.
En su interior hay una figura andrógina, mitad femenina (coronada por la Luna) y mitad masculina (coronada por el Sol). La Tabla Esmeralda dice “El Sol es su padre y la Luna es su madre”.
La figura sostiene en una mano un compás y en la otra una escuadra, símbolos de los modos de conciencia (intuitivo y racional, respectivamente).
Entre las dos cabezas aparece el planeta Mercurio, que simboliza la verdadera sabiduría de la unión perfecta de los principios masculino y femenino.
El andrógino está de pie sobre una serpiente, que simboliza el mundo inferior, material y perecedero.
El globo alado inferior es otro símbolo de Mercurio, que incluye la unión de un triángulo y un cuadrado.
El símbolo de la Piedra Filosofal
El símbolo de la Piedra Filosofal es un supersímbolo, un símbolo de orden superior que integra cuatro símbolos. Estos símbolos están en armonía y conjunción entre sí:
El Símbolo de la Piedra Filosofal
Dibujo de Michael Maier (1618)
El círculo exterior simboliza la unidad esencial de todo. Todo es uno.
El triángulo simboliza la estructura trina de la naturaleza humana: cuerpo, mente y espíritu.
El cuadrado simboliza la Tierra con los 4 elementos de la antigua alquimia: fuego, aire, tierra y agua.
El círculo interior simboliza el Cielo.
La mitad superior del círculo exterior simboliza el mundo superior, espiritual, donde no hay dualidad. La mitad inferior simboliza el mundo inferior, material, el mundo donde existe la dualidad, simbolizada por el cuadrado y el círculo interior, respectivamente, lo analítico y racional frente a lo sintético e intuitivo. El círculo interior es reflejo o proyección de la unidad y totalidad simbolizada por el círculo exterior. El hombre, simbolizado por el triángulo, participa de ambos mundos, el superior y el inferior.
A nivel geométrico, este símbolo tiene la propiedad de que los lados izquierdo y derecho del triángulo superior (del mundo superior) son iguales a la diagonal del cuadrado, lo que implica armonía y correspondencia entre ambos mundos. Este símbolo recuerda a la Tetraktys pitagórica.
Vitriol
Es el símbolo de la Gran Obra realizada, representada por el Septagrama, la estrella de 7 puntas, rodeada por la leyenda “Visita Interiora Terrae Rectificator Invenies Occultum Lapidiem” (“visita el interior de la Tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta”), una frase de 7 palabras cuyo acrónimo es “Vitriol”, una palabra de 7 letras. La fórmula codificada en la leyenda conduce a la piedra filosofal.
Vitriol. Diagrama de Theatrum Chymicum, 1614
En el centro de la estrella aparece el rostro de un anciano (que simboliza la sabiduría y la conciencia). La figura tiene cuatro extremidades asociadas y conectadas con los cuatro elementos. Vitriol es una de las imágenes más conocidas de la alquimia, de la que existen diferentes versiones. El número 7 representa principalmente los 7 planetas, los 7 metales y los 7 chakras (“los hornos del alma” o “los sellos de los planetas”, que decían los alquimistas).
El Vitrilo representa al Sol, el resultado de la Gran Obra, y simboliza la conciencia. Los rayos simbolizan sus manifestaciones.
La palabra “rectificar” se refiere a un cambio de conciencia, desde lo superficial (el ego) hacia lo profundo (el ser), sincronizando mundo interno y externo.
Los antiguos alquimistas llamaban vitriol al sulfato cristalino producido a partir de elementos metálicos y azufre. Una vez disueltos y vueltos a cristalizar (“solve et coagula”) se obtenían cristales de apariencia vítrea. Este es precisamente el aspecto que se cree tenía la piedra filosofal.
Ouroboros
El objetivo de la Gran Obra, el espíritu unitario y abarcador de todo, se representa con el Ouroboros, la serpiente engulléndose a sí misma, que simboliza:
La unidad cósmica, la esencia de todas las cosas.
El ciclo eterno de creación-destrucción, pues la serpiente se mata a sí misma y a la vez se trae a la vida, se fertiliza.
El carácter cíclico de todo, el eterno retorno, lo que no tiene principio ni fin, la eternidad concebida como eterno retorno, la inmortalidad.
El Rebis, la síntesis o unión perfecta de los opuestos y complementarios.
La unión de lo consciente y lo inconsciente.
Por su forma circular, es también el símbolo del mundo.
El Secreto de la Flor de Oro
Según este tratado Taoísta, la unidad de la conciencia se puede lograr mediante la concentración en el punto situado exactamente entre los dos ojos. Este punto se denomina “Castillo Central” o “Palacio de Oro” en el Taoismo y “Tercer ojo” en la filosofía oriental. Los dos ojos simbolizan los dos modos de conciencia o principios universales (yin y yang). En ese Tercer Ojo la conciencia unificada se manifiesta como “luz blanca” (el mismo color que el Rebis alquímico).
La denominación “Flor de Oro” hace referencia a dos signos (Gin y Hua), que puestos uno encima de otro se forma la palabra “luz”, luz que es sinónimo de conciencia.
El Tercer Ojo es el Centro del hombre. El universo entero está dentro de él. Es la puerta que se abre hacia dentro, que calma la mente (por autopercepción) y que nos conecta con el Espíritu Universal, el Tao, el Unus Mundus alquímico, la conciencia pura, la autoconciencia, la esencia de todo lo que existe por sí mismo. Se experimenta como liberación (libre de opuestos), como conciencia pura (unificada) y como inteligencia creativa. Es el punto creativo, unificado, profundo, donde se trasciende el espacio y el tiempo, la puerta hacia el autoconocimiento.
Según este tratado Taoista, el Castillo Central hay que fortalecerlo y defenderlo, pues es el lugar más importante del hombre. Es su refugio interior, el punto de comunicación con su alma y el puente hacia el Espíritu Universal. El alma es una “chispa” o parte del Espíritu. Es la raíz de la conciencia. La experiencia nos hace co-creadores en lugar de seres pasivos de la creación.
El secreto es “hacer girar la luz”, que parece indicar el proceso de mirar desde fuera hacia dentro, para disolver la oscuridad y conectar con el alma. A veces se ve una imagen brillante denominada “mandala” en el budismo tibetano y que, según los taoistas, es la manifestación o reflejo de la Luz o esencia original.
En el hinduismo el Tercer Ojo se le llama “el ojo de Shiva”, que tiene el poder de unificar el tiempo, el poder contemplar a la vez el pasado, el presente y el futuro. Shiva es uno de los Dioses de la trinidad hindú (el Dios destructor), junto con Brahma (el Dios creador) y Vishnú (el Dios preservador). Se afirma que una mirada de Shiva con su tercer ojo reduce todo a cenizas, destruyendo así toda manifestación.
Jesucristo, sin lugar a dudas, se refería a este Tercer Ojo cuando decía que “La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22). Es decir, el Tercer Ojo es la conciencia que ilumina.
El libro que leyó Jung es la traducción al alemán que hizo Wilhelm en 1928 (el mismo que tradujo el I Ching). En 1991, Thomas Cleary realizó una nueva traducción del texto original al inglés. Hay diferencias significativas entre ambas traducciones. La de Wilhelm es más poética e intuitiva. La de Cleary es más literal y racional. Cleary critica en varias oportunidades la traducción de Wilhelm.
En el año 2007, ocho europeos fueron entrenados en las técnicas de meditación de “El Secreto de la Flor de Oro”. Seis de los ocho vieron un mandala y fueron capaces de dibujarlo. Los resultados se publicaron en una revista [Wang, 2008].
El éter
Históricamente se consideró que era una sustancia sutil que llenaba todo el espacio. En épocas presocráticas se le consideraba el “quinto elemento” (además de Tierra, Aire, Fuego y Agua). En la filosofía aristotélica reaparece, describiéndolo como una sustancia sutil, ligera, perfecta y de movimiento circular. En la filosofía hindú se le llama Akasha. En la Edad Media, con la recuperación de la antigua filosofía griega, comenzó a llamarse “quinto elemento” o “quintaesencia”.
Cuando Maxwell propuso que la luz era una onda electromagnética, se postuló el éter como el medio en el que se propagaba. Se concebía como un espacio-materia absoluto, como el marco de referencia universal de los objetos en movimiento. Se suponía que el movimiento relativo de la Tierra respecto al éter influiría en la velocidad de la luz, pero el experimento de Michaelson-Morley (1887) demostró que la velocidad de la luz es constante, lo que hizo desechar la idea del éter como espacio absoluto.
Hoy día, se ha recuperado el concepto de éter en diferentes disciplinas. Siguiendo el principio de la navaja de Occam (ante diferentes hipótesis hay que elegir la más simple), podemos afirmar que el éter proporciona un marco explicativo de múltiples fenómenos que antes se consideraban desconectados:
El éter no es una sustancia que llena el espacio. El éter es el espacio y, por diferenciación (por vibración), se manifiesta como materia. El espacio es éter homogéneo, y la materia es éter heterogéneo. Espacio y materia son dos aspectos (manifestados) de la misma cosa: el éter.
El éter conecta todo el espacio, es “no local”. Es el medio de conexión universal, más allá de la distancia o proximidad física (o “local”).
Los diferentes modos de vibración del éter dan lugar a las diferentes partículas cuánticas, como afirma la teoría de cuerdas. Las dimensiones de la teoría de cuerdas (11 en la teoría M, 12 en la teoría F) corresponderían a los diferentes niveles de la realidad, desde lo más profundo (éter) a las tres dimensiones espaciales (superficiales). El éter es el espacio profundo del que surge el espacio físico conocido.
El éter no es el medio en el que se propaga la luz. La luz es el propio éter vibrando y manifestándose en el espacio físico. La luz es un fenómeno del éter.La invariancia de la velocidad de la luz respecto a todos los sistemas inerciales se puede explicar porque la luz emerge de lo profundo y no depende del movimiento físico de la fuente de luz.
El bosón de Higgs es una hipotética partícula elemental predicha por el modelo estándar de la física cuántica. Se la denomina “partícula de Dios” y es la responsable de la inercia de la materia. Pero quizás tal partícula sea el constituyente del éter.
Cosmología. La energía oscura y la materia oscura son manifestaciones del éter.
La energía oscura responsable de la expansión del universo se la denomina ahora “quintaesencia”, un nombre para el éter. Paul Steinhardt (Princeton University) afirma que la quintaesencia es la fuerza dominante del universo. El universo se sabe que se expande de forma acelerada, y quizás el éter explique este fenómeno, pues el éter es la fuerza de la evolución.
La materia oscura es una forma invisible de materia que rodea a las galaxias. Trabajos recientes, como los de HongSheng Zhao (Universidad de St. Andrews) postulan que la materia oscura puede ser energía oscura a densidad alta.
Explica el entrelazamiento cuántico. Dos partículas separadas pueden estar conectadas de tal forma que cuando una cambia (por ejemplo el espín), la otra también lo hace y de manera instantánea, independientemente de la distancia física. La conexión se realiza a nivel profundo, a nivel del éter.
El campo punto cero. Es la energía del vacío. Pero no existe el espacio vacío, pues el éter está siempre presente.
La dualidad onda-partícula. La partícula es solo la manifestación de lo profundo, que es la onda. Dependiendo del nivel que observemos, se manifiesta como partícula o como onda, pero ambas cosas existen simultáneamente, pues son dos niveles de la realidad. Esto explicaría el famoso experimento de Young (un fotón pasa por una ranura pero el patrón de interferencia que produce sobre una pantalla implica que realmente ha pasado por las dos ranuras). La explicación reside en que la onda (que no vemos) pasa por las dos ranuras, aunque solo observemos una partícula pasando por una de las ranuras.
La gravitación. ¿Es la gravitación la presión del éter?.
Explica los fenómenos parasicológicos como la telepatía, la visión remota, la levitación, etc. Por ejemplo, a través del éter es posible desplazarse de un punto a otro del espacio sin pasar por los intermedios, como hacía Jesucristo, Apolonio de Tiana (contemporáneo de Jesucristo) y María Jesús de Ágreda (1602-1665).
La física ha sido hasta ahora una ciencia superficial. La verdadera unificación que busca la física, “una Teoría de Todo”, tiene que venir de lo profundo, de los arquetipos, que expliquen la variedad de los fenómenos del universo. Un arquetipo esencial es precisamente el éter, el espacio-materia. Quizás sea el éter el factor unificador de todo, pues explica desde la mecánica cuántica hasta la relatividad.
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