MENTAL, UN LENGUAJE ALQUÍMICO

La síntesis universal de los opuestos

“La piedra filosofal está en todas partes porque constituye la esencia de todas las cosas” (Patrick Harpur)

“Si uno desea percibir lo invisible, que observe lo visible” (El Talmud)

“Como es arriba, es abajo; como es dentro, es afuera; como es el universo, es el alma” (Hermes Trismegisto)



La Alquimia

La palabra “alquimia” (del árabe “al-khimia” o “al-kymia”) significa “química”, pero una química profunda, de tipo espiritual, más allá de la química ordinaria que conocemos hoy, que es de tipo superficial. También parece que hace referencia a la tierra de Khem (“el país negro”, el nombre antiguo de la tierra de Egipto, el país origen de la alquimia). La alquimia era un arte oculto, escondido, reservado a ciertos iniciados, y que no debía ser comunicado al vulgo, por lo que utilizaba un lenguaje críptico, esotérico, metafórico, simbólico, solo accesible a iniciados.

Según la tradición, el fundador de la alquimia fue el dios egipcio Thot, identificado como Mercurio por los romanos, Hermes por los griegos y personificado por Hermes Trismegisto (el “tres veces grande”), el personaje mítico del esoterismo. Por este origen se le denomina también “filosofía hermética” o “arte hermético”. La alquimia no es una rama del esoterismo, es su piedra angular. A Hermes se le atribuye la Tabla Esmeralda, que contiene los principios del universalismo. La Tabla Esmeralda era la “biblia” de los alquimistas, el tratado más antiguo. Fue traducida al inglés por Newton, científico y gran aficionado a la alquimia. La alquimia se practicó desde el siglo IV a.C. hasta el surgimiento de la química en el siglo XVII. Su época de esplendor fue la Europa medieval, con Paracelso como la figura más destacada.

Hermes Trismegisto

Los alquimistas se consideraban depositarios de la ciencia por excelencia, la ciencia sagrada, pura y universal, la madre de todas las ciencias, constituida por los principios generales o universales que fundamentan a todas las demás. Estos principios explican la naturaleza, el origen y la razón de ser de todo lo que existe.

Aunque la alquimia puede aparentar ser una pseudociencia, sus aportaciones han sido muy numerosas, entre ellas:
Objetivos de la alquimia

Los objetivos de la alquimia eran tres:
  1. La búsqueda de la piedra filosofal (lapis philosophorum), mediante la cual todos los metales se podían transmutar en oro.

  2. La búsqueda del elixir de la larga vida, la panacea o medicina universal, imaginada como una sustancia capaz curar todas las enfermedades, de revitalizar y evitar la corrupción de la materia.

  3. La consecución de la “Gran Obra”, cuyo objetivo era elevar al propio alquimista a un estado superior de existencia o conciencia.
Con la Gran Obra, los alquimistas realmente perseguían el “oro filosófico”, el secreto oculto tras la diversidad de manifestaciones de la naturaleza. El oro, metal esotérico por excelencia, simboliza la perfección, la armonía, la purificación, la iluminación, la sabiduría, la inalterabilidad, la inmortalidad, el secreto más interno de la Tierra, la llave que abre todas las puertas, la vibración primordial y la riqueza espiritual. Por lo tanto, los otros dos objetivos de la alquimia eran realmente manifestaciones o aspectos del oro filosófico o trascendental, a nivel físico (el oro material) y a nivel medicinal (el elixir o medicina universal).


Los Principios Filosóficos de la Alquimia

El principio de unicidad. La materia prima

Según los alquimistas, todo el universo tiene un único origen y, en el momento de la creación, era una sola cosa. Esta cosa es la materia prima (prima materia), la “madre” de todas las cosas, de toda la creación, de todo el universo, de nosotros mismos (en nuestras dimensiones física, mental y espiritual). La materia prima es el principio de unicidad de toda la creación. La Tabla Esmeralda dice: “Todo es Uno”, “Todas las cosas proceden del Uno”, “El Todo está en Todo”.

La materia prima era para los alquimistas un “espíritu” o parte de un Espíritu Universal, un espíritu que está oculto en la naturaleza, pero que se manifiesta (literal o metafóricamente) como luz. Los alquimistas se referían a este espíritu como “luz de la naturaleza” (lumen natural). La alquimia se propone la tarea de conquistar y hacer visible ese tesoro oculto. Los metales, para convertirse en oro deben ser reducidos antes a su esencia o materia prima. En el plomo se esconde el oro.

La alquimia no distingue entre materia, psique y espíritu. Todo es un manifestación de un misma cosa profunda: el Unus Mundus. La alquimia ve a la naturaleza como una totalidad, no como partes o entidades separadas. El Unus Mundus (literalmente, “Un Mundo” o “Un solo Mundo”) es un término que se refiere a una realidad subyacente unificada a partir de la cual todo emerge, la fuente de todo.

Las propiedades de la materia prima son:
Los principios universales

Los alquimistas creían en la existencia de dos principios universales: Azufre y Mercurio. Estos nombres no se refieren a elementos o sustancias químicas sino a principios universales. Todas las cosas, sustancias o fenómenos, surgen por combinación de estos dos elementos en diferentes proporciones. En el Mercurio y el Azufre están representados los cuatro elementos. El Mercurio es frío (como la Tierra) y húmeda (como el Agua). El Azufre es cálido (como el Fuego) y seco (como el Aire). Aire y Fuego son elementos superiores, que tienden hacia arriba. Tierra y Agua son elementos inferiores, que tienden hacia abajo.

Estos principios universales actúan en todos los niveles, tanto a nivel estructural (sustancias) como funcional (fenómenos).

Para Paracelso, hay un tercer elemento: la Sal, que es la propia materia prima, el espíritu vital, la quintaesencia, el mediador universal entre el Azufre y el Mercurio que permite producir toda clase de formas materiales.


El principio de correspondencia

Este principio lo expresa la Tabla Esmeralda: “Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”. Es decir, todo está regido por las mismas leyes, desde el macrocosmos hasta el microcosmos. Como todas las cosas tiene un origen común basado en principios universales, existe una relación vertical y también horizontal, una correspondencia entre las diferentes cosas creadas. Superficialmente parece que no tiene relación, pero están conectadas a nivel profundo por ser manifestaciones de las mismas leyes. Por ejemplo, los alquimistas creían que existía una correspondencia entre los metales y los planetas (hierro-Marte, plata-Luna, oro-Sol, etc.). De esta manera, a cada metal se le asignaba el símbolo del planeta correspondiente. También había correspondencia con los días de la semana, los chakras (centros energéticos) del cuerpo, las notas musicales y los colores.

Mundo interior (psique) y mundo exterior (materia), obedecen las mismas leyes, lo que significa que conociendo uno se revela el otro.

Esta filosofía coincide la idea actual de una Teoría del Todo de la física moderna. Todo está interrelacionado y, por lo tanto, todo obedece a una única ley, aunque esta única ley se pueda contemplar desde diferentes aspectos y nos parezcan leyes particulares sin relación entre sí.


La unión de los opuestos

La unión o conjunción de los opuestos es la idea central de la alquimia, pues a través de esta unión se logra la piedra filosofal. La conciencia, la autorrealización, el verdadero conocimiento, la gnosis se logra a través de la unión de los opuestos, la unión de Cielo y Tierra, de materia y psique, mundo interior y mundo exterior.

Los alquimistas, cuando realizaban sus experimentos, en virtud del principio de correspondencia, estaban sincronizando su mundo interno con el mundo externo, el mundo de los arquetipos psíquicos con los arquetipos físicos, los elementos materiales primigenios, buscando la esencia de lo interno a través de lo externo, en definitiva, el autoconocimiento.

Al producirse la unión de los contrarios, se produce el equilibrio y se intuye lo inefable, lo inexpresable, lo trascendente, el origen, centro y fuente de todas las cosas. Los pares de contrarios se equilibran, se cancelan mutuamente, y se vislumbra el Uno, el Absoluto, la conciencia total de todas las cosas, el alma o espíritu, donde no hay tiempo, ni espacio, ni materia ni ninguna manifestación. Y experimentar y hacerse partícipe del Espíritu Universal.

La conciencia es la unión de los opuestos, la conexión entre lo superficial y lo profundo.


La Gran Obra y la Piedra Filosofal

La Gran Obra (Opus Magnum)

También denominada “Gran Arte” o “Arte Regia” era el verdadero objetivo de los alquimistas. No era el oro material, sino el oro filosófico, metafórico, simbólico, trascendental y espiritual. La Gran Obra de la alquimia era una operación a la vez física, psicológica y espiritual, de transformación interna y externa. La Gran Obra era una obra del alma, la búsqueda de la perfección, la armonía, el orden, la conciencia trascendental, la esencia común y profunda de todas las cosas, la búsqueda del lenguaje perfecto de la creación. La Gran Obra requiere constancia, dedicación y concentración para detectar cuales son los polos o arquetipos opuestos de la realidad e integrarlos, sintetizarlos para obtener la piedra filosofal. El premio es el crecimiento espiritual, la autorrealización.


El proceso alquímico

El proceso alquímico consta de tres etapas:
  1. Nigredo (etapa negra o de Saturno). Es de vibración baja, el nivel más bajo de vibración. El proceso comienza con una sustancia negra, que representa o simboliza la materia bruta, el caos inicial, el desorden, la putrefacción. Corresponde al aspecto oscuro o sombrío de la psique humana, la falta de conciencia. Es la fase preparatoria, la oscuridad, lo profundo, la noche oscura del alma, la muerte simbólica, el infierno, el encuentro con lo profundo de uno mismo. A partir de este punto, hay que buscar la materia prima en la profundidad de la Tierra, la esencia oculta en el caos, lo que hace que nos sintonicemos con lo profundo, con la raíz de todo. Esta fase es absolutamente esencial para crear un nuevo orden, una nueva conciencia.

  2. Albedo (etapa blanca o de la Luna). Es de vibración media. Esta etapa es de análisis (o autoanálisis) y consiste en introducir orden en el caos, en detectar las primeras manifestaciones de la materia prima, que son los dipolos, los polos de opuestos o complementarios (los arquetipos), los principios masculino y femenino de todas las cosas, el Azufre y el Mercurio, los arquetipos opuestos. Se desechan todos los elementos superfluos, y nos quedamos solo con lo esencial. Una vez detectados estos opuestos, hay que realizar la conjunción, integración o unión de estos opuestos. Es la boda alquímica simbolizada por el Rey y la Reina. El resultado de esta unión es el Rebis (o Res-bis, la “cosa doble”):


  3. Rubedo (etapa roja o del Sol). Es la última etapa. Es de alta vibración. Consiste en la cocción del Rebis para obtener la piedra filosofal, en la que se obtiene una sustancia roja, el color de la sangre y de la vida, el cuerpo del diamante, la estructura, el orden perfecto, la conciencia. La cocción representa la fusión o síntesis de todos los opuestos para lograr la conciencia de la totalidad, el encuentro entre el Yo consciente (Ego), el Yo superior, el alma, donde se logra la conciencia, la paz y la armonía.
Todos los opuestos, antes aparentemente irreconciliables entre sí, se complementan de manera armónica, y se conectan directamente con el Unus Mundus. Tal estado es inefable, indescriptible e incognoscible porque no hay dualidad, no hay conciencia diferenciadora. Es un estado unificado de la realidad interna y externa. Es el Espíritu en nosotros.

La unión es conciencia. La conciencia parcial (o conocimiento) es la percepción de la diferencia de un par de opuestos particulares (desplazando la atención de uno a otro polo), su unión, trascendencia o superación o contemplación desde un plano superior. La conciencia total o gnosis es el resultado de la síntesis total de opuestos. La síntesis de la piedra filosofal es la trascendencia de todos los opuestos y su contemplación superior. La unidad solo se puede percibir a través de la contemplación simultánea de los contrarios.

En definitiva, el proceso alquímico conduce desde la oscuridad (del caos y el desorden) a la luz del Sol metafórico de la piedra filosofal, donde todos los opuestos se han unido.

También podemos observar que las fases del proceso alquímico guardan cierta analogía con las de la Dialéctica: tesis, antítesis y síntesis.


Características de la piedra filosofal La explicación de todo viene de lo profundo, de los arquetipos, de lo universal. En lo profundo está la sabiduría, la clave que conecta todas las cosas.


La Alquimia y Jung

Jung se interesó por la alquimia cuando en 1928 conoció, a través de Richard Wilhem, un tratado de alquimia china titulado “El Secreto de la Flor de Oro” [ver Adenda], una obra budista con base taoista del siglo VIII, de carácter iniciático, que fue publicada en Occidente con la aportación de comentarios de Jung. Aquí descubrió la simbología de la alquimia y sus profundas conexiones con la psicología analítica o profunda. “Las experiencias de los alquimistas eran, en cierto sentido, mis experiencias y su mundo era mi mundo”. A partir de entonces, Jung se sumergió en el estudio profundo de la alquimia. El resultado de sus investigaciones las reflejó principalmente en tres obras: Jung estableció un paralelismo entre el proceso alquímico y la psicología analítica (o profunda):
MENTAL y la Analogía Alquímica

Existe un cierto paralelismo o analogía entre MENTAL y el trabajo de los antiguos alquimistas, que perseguían la piedra filosofal, capaz de transmutar lo metales innobles en oro, a la vez que transmutaba al propio operador, dándole una visión esclarecedora de la realidad última y esencial.


MENTAL, un lenguaje alquímico

MENTAL es un lenguaje alquímico por las siguientes razones:

Adenda

Una representación del Rebis

El dibujo del Viridium Chymicum o “El Jardín del Placer de la Química”, de Michael Maier y Daniel Mylius (placa de cobre del siglo XVII), ilustra perfectamente el Rebis y su simbolismo:

El Rebis
(Viridium Chymicum)

El símbolo de la Piedra Filosofal

El símbolo de la Piedra Filosofal es un supersímbolo, un símbolo de orden superior que integra cuatro símbolos. Estos símbolos están en armonía y conjunción entre sí:

El Símbolo de la
Piedra Filosofal

Dibujo de Michael Maier (1618)
  1. El círculo exterior simboliza la unidad esencial de todo. Todo es uno.

  2. El triángulo simboliza la estructura trina de la naturaleza humana: cuerpo, mente y espíritu.

  3. El cuadrado simboliza la Tierra con los 4 elementos de la antigua alquimia: fuego, aire, tierra y agua.

  4. El círculo interior simboliza el Cielo.
La mitad superior del círculo exterior simboliza el mundo superior, espiritual, donde no hay dualidad. La mitad inferior simboliza el mundo inferior, material, el mundo donde existe la dualidad, simbolizada por el cuadrado y el círculo interior, respectivamente, lo analítico y racional frente a lo sintético e intuitivo. El círculo interior es reflejo o proyección de la unidad y totalidad simbolizada por el círculo exterior. El hombre, simbolizado por el triángulo, participa de ambos mundos, el superior y el inferior.

A nivel geométrico, este símbolo tiene la propiedad de que los lados izquierdo y derecho del triángulo superior (del mundo superior) son iguales a la diagonal del cuadrado, lo que implica armonía y correspondencia entre ambos mundos. Este símbolo recuerda a la Tetraktys pitagórica.


Vitriol

Es el símbolo de la Gran Obra realizada, representada por el Septagrama, la estrella de 7 puntas, rodeada por la leyenda “Visita Interiora Terrae Rectificator Invenies Occultum Lapidiem” (“visita el interior de la Tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta”), una frase de 7 palabras cuyo acrónimo es “Vitriol”, una palabra de 7 letras. La fórmula codificada en la leyenda conduce a la piedra filosofal.

Vitriol. Diagrama de Theatrum Chymicum, 1614

En el centro de la estrella aparece el rostro de un anciano (que simboliza la sabiduría y la conciencia). La figura tiene cuatro extremidades asociadas y conectadas con los cuatro elementos. Vitriol es una de las imágenes más conocidas de la alquimia, de la que existen diferentes versiones. El número 7 representa principalmente los 7 planetas, los 7 metales y los 7 chakras (“los hornos del alma” o “los sellos de los planetas”, que decían los alquimistas).

El Vitrilo representa al Sol, el resultado de la Gran Obra, y simboliza la conciencia. Los rayos simbolizan sus manifestaciones.

La palabra “rectificar” se refiere a un cambio de conciencia, desde lo superficial (el ego) hacia lo profundo (el ser), sincronizando mundo interno y externo.

Los antiguos alquimistas llamaban vitriol al sulfato cristalino producido a partir de elementos metálicos y azufre. Una vez disueltos y vueltos a cristalizar (“solve et coagula”) se obtenían cristales de apariencia vítrea. Este es precisamente el aspecto que se cree tenía la piedra filosofal.


Ouroboros

El objetivo de la Gran Obra, el espíritu unitario y abarcador de todo, se representa con el Ouroboros, la serpiente engulléndose a sí misma, que simboliza:
El Secreto de la Flor de Oro

Según este tratado Taoísta, la unidad de la conciencia se puede lograr mediante la concentración en el punto situado exactamente entre los dos ojos. Este punto se denomina “Castillo Central” o “Palacio de Oro” en el Taoismo y “Tercer ojo” en la filosofía oriental. Los dos ojos simbolizan los dos modos de conciencia o principios universales (yin y yang). En ese Tercer Ojo la conciencia unificada se manifiesta como “luz blanca” (el mismo color que el Rebis alquímico).

La denominación “Flor de Oro” hace referencia a dos signos (Gin y Hua), que puestos uno encima de otro se forma la palabra “luz”, luz que es sinónimo de conciencia.

El Tercer Ojo es el Centro del hombre. El universo entero está dentro de él. Es la puerta que se abre hacia dentro, que calma la mente (por autopercepción) y que nos conecta con el Espíritu Universal, el Tao, el Unus Mundus alquímico, la conciencia pura, la autoconciencia, la esencia de todo lo que existe por sí mismo. Se experimenta como liberación (libre de opuestos), como conciencia pura (unificada) y como inteligencia creativa. Es el punto creativo, unificado, profundo, donde se trasciende el espacio y el tiempo, la puerta hacia el autoconocimiento.

Según este tratado Taoista, el Castillo Central hay que fortalecerlo y defenderlo, pues es el lugar más importante del hombre. Es su refugio interior, el punto de comunicación con su alma y el puente hacia el Espíritu Universal. El alma es una “chispa” o parte del Espíritu. Es la raíz de la conciencia. La experiencia nos hace co-creadores en lugar de seres pasivos de la creación.

El secreto es “hacer girar la luz”, que parece indicar el proceso de mirar desde fuera hacia dentro, para disolver la oscuridad y conectar con el alma. A veces se ve una imagen brillante denominada “mandala” en el budismo tibetano y que, según los taoistas, es la manifestación o reflejo de la Luz o esencia original.

En el hinduismo el Tercer Ojo se le llama “el ojo de Shiva”, que tiene el poder de unificar el tiempo, el poder contemplar a la vez el pasado, el presente y el futuro. Shiva es uno de los Dioses de la trinidad hindú (el Dios destructor), junto con Brahma (el Dios creador) y Vishnú (el Dios preservador). Se afirma que una mirada de Shiva con su tercer ojo reduce todo a cenizas, destruyendo así toda manifestación.

Jesucristo, sin lugar a dudas, se refería a este Tercer Ojo cuando decía que “La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22). Es decir, el Tercer Ojo es la conciencia que ilumina.

El libro que leyó Jung es la traducción al alemán que hizo Wilhelm en 1928 (el mismo que tradujo el I Ching). En 1991, Thomas Cleary realizó una nueva traducción del texto original al inglés. Hay diferencias significativas entre ambas traducciones. La de Wilhelm es más poética e intuitiva. La de Cleary es más literal y racional. Cleary critica en varias oportunidades la traducción de Wilhelm.

En el año 2007, ocho europeos fueron entrenados en las técnicas de meditación de “El Secreto de la Flor de Oro”. Seis de los ocho vieron un mandala y fueron capaces de dibujarlo. Los resultados se publicaron en una revista [Wang, 2008].


El éter

Históricamente se consideró que era una sustancia sutil que llenaba todo el espacio. En épocas presocráticas se le consideraba el “quinto elemento” (además de Tierra, Aire, Fuego y Agua). En la filosofía aristotélica reaparece, describiéndolo como una sustancia sutil, ligera, perfecta y de movimiento circular. En la filosofía hindú se le llama Akasha. En la Edad Media, con la recuperación de la antigua filosofía griega, comenzó a llamarse “quinto elemento” o “quintaesencia”.

Cuando Maxwell propuso que la luz era una onda electromagnética, se postuló el éter como el medio en el que se propagaba. Se concebía como un espacio-materia absoluto, como el marco de referencia universal de los objetos en movimiento. Se suponía que el movimiento relativo de la Tierra respecto al éter influiría en la velocidad de la luz, pero el experimento de Michaelson-Morley (1887) demostró que la velocidad de la luz es constante, lo que hizo desechar la idea del éter como espacio absoluto.

Hoy día, se ha recuperado el concepto de éter en diferentes disciplinas. Siguiendo el principio de la navaja de Occam (ante diferentes hipótesis hay que elegir la más simple), podemos afirmar que el éter proporciona un marco explicativo de múltiples fenómenos que antes se consideraban desconectados: La física ha sido hasta ahora una ciencia superficial. La verdadera unificación que busca la física, “una Teoría de Todo”, tiene que venir de lo profundo, de los arquetipos, que expliquen la variedad de los fenómenos del universo. Un arquetipo esencial es precisamente el éter, el espacio-materia. Quizás sea el éter el factor unificador de todo, pues explica desde la mecánica cuántica hasta la relatividad.


Bibliografía